martes, 2 de julio de 2013

Bajo el influjo del tiempo

Hace menos de una semana atrás, más o menos, escribía sobre lo que significaba para mí esperar.
Esperar en puntas de pie, y no dejarme avasallar por lo que otros piensen.

Sigo esperando. Pero la espera es diferente.
El influjo del tiempo es ahora más que nunca de una fuerza indescriptible. Quizás amparado por el hecho concreto de que cuando la vida está cambiando, uno cambia con ella.
Y si bien, el tiempo a veces parece de chicle por la idea que da cómo se estira hasta casi romperse. Pero no se rompe.
Se estira hasta desgastarse. Y vuelve. Vuelve otra vez a un mismo estado.