lunes, 9 de septiembre de 2013

En el ojo de la tormenta

Vuelvo a mi blog, mi primer amor. Porque las palabras quedas dejan de rodar veloces desde los ojos hasta las manos. Desde los labios hasta la boca del estómago. Siento náuseas cada vez que miro hacia adelante.



Me llama la atención esta desidia, una necesidad de escupir palabras y al mismo tiempo callar.
Quizás es miedo, quizás sólo precaución.

Caminar desde el centro de la tempestad es un trabajo arduo. Decir, de repente, 'estoy bien' cuando no lo estoy es también una manera de escaparle al ritmo de cada día.

Y si digo la verdad, correrán las lágrimas intempestivas? Cambiará algo? Será mejor o será peor?

En todo caso, voy cubriéndome de arena, esta armadura que he creado sola, con dientes y uñas me vislumbro entera.

Escapar, escapar, escapar. Aunque ya no tiene sentido. A dónde ir? Hacia dónde caminar?

Hay un rugido sordo, viento que zarandea, nubes negras, lluvia y truenos. Todo es un espejismo. Lo sé.

Y aun así, siento ese poder de ultimar hasta lo imposible.

Mis manos yacen desenredadas, la cabeza llena de ideas y pensamientos. A punto de explotar.

Se decide el mundo cada día, me decido yo a casa segundo. Es por aquí o es por allá? Hay hacia dónde ir?

Camino erguida aunque me duelen todos los huesos, toda yo temblando, escondida en mi membrana de cristal.
Si me hago añicos perderé algo de mí misma, y también seré otra. Tal vez sea sólo dejar de ser para vivir de verdad.

Ya va siendo tiempo de dejar de soñar y abrazar el destino por lo que es.
Caminar en el ojo de la tormenta, como quien no quiere dejar de vivir.

Allá, a lo lejos, parece haber un oasis. O es sólo una ilusión, como la vida que hasta ahora he querido vivir y no me alcanza. Apenas sombras y sobras de días y noches, arena que se escurre entre los dedos. Se van, se escapan.

Son los días y las noches los que me desvelan. Se acerca el paso agigantado de saber que estoy y no estoy.

Que se desnuden los espejos al verme pasar.

Camino, un pie aquí y otro en el más allá.
Si me pierdo sé que volveré al mismo lugar, como un perro que se muerde la cola. Porque todo vuelve hacia el mismo lugar.

No me esperen. No llego a ver ni a mirar. Más allá de mis ojos hay algo que ya murió. Y que duele. Mucho.

Una mirada de vidrio. Hay algo más allá de mi pena. Sé que aun muerta no seguiré robándole tiempo a la vida. Cuando sólo una palabra puede cambiar el mundo.

De esa palabra depende todo.


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