Con la cabeza en las nubes, el alma y el corazón en la tierra. Hundidas las raíces, abiertas las palmas de la mano, hacia el cielo. Girando en derredor, emblema del mundo, la palabra no dicha; el silencio que lo apaga todo.
Me dirijo hacia el infinito, llevo menos y dejo más atrás.
Hay algo revitalizador en el movimiento. Una silogía de pasos, momentos, pensamientos que se van ordenando lentos.
Hay magia en el aire. Y no hay como sentirse vivo.
Ya no se trata de esperar o desesperar. Se trata de dejar ser, let it flow. Lo que tenga que ser será. Lo que tenga que venir, vendrá.
Y lo que tenga que irse, se irá sin más remedio. Incluida la muerte y la enfermedad.
Si me aferro al momento me disuelvo en la luz.
El universo como una telaraña y yo, pensativa, deseosa, libre, fuerte y sobre todo, viva más que nunca.
El cambio es algo lento e imperecedero. Se debate desde adentro, dejar atrás cuesta. Y la vida sólo cuesta vida vivida.
La forma infinita del silencio.
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