martes, 2 de julio de 2013

Bajo el influjo del tiempo

Hace menos de una semana atrás, más o menos, escribía sobre lo que significaba para mí esperar.
Esperar en puntas de pie, y no dejarme avasallar por lo que otros piensen.

Sigo esperando. Pero la espera es diferente.
El influjo del tiempo es ahora más que nunca de una fuerza indescriptible. Quizás amparado por el hecho concreto de que cuando la vida está cambiando, uno cambia con ella.
Y si bien, el tiempo a veces parece de chicle por la idea que da cómo se estira hasta casi romperse. Pero no se rompe.
Se estira hasta desgastarse. Y vuelve. Vuelve otra vez a un mismo estado.



En ese estadio estoy situada yo ahora. En puntas de pie hace unos días, ahora casi con los pies firmes sobre el suelo.

Estoy como hechizada, porque hay mejorías en el frente, pero al mismo tiempo hay cambios drástricos. Esperados, claro, pero cambios al fin. Y todo cambio conlleva una gran carga emocional. Hay mucho de trabajo propio. Para autocorregirme. Para sacar provecho de las circunstancias sin llegar al límite de querer más de lo que el momento dispone.

El tiempo es un hechizo. Pueden pasar 3 años volando, y al mismo tiempo semanas sin sentir cambio alguno.
Creo que, después de todo, el tiempo es algo mental.

En estos momentos me dejo llevar por su influjo. No hay desazón. No hay prisa. No hay influencia.
Fluyo con el tiempo. El tiempo fluye conmigo.
Es un momento de espera. Pero diferente.

Es una espera como a ciegas, sin saber cómo se terminará la novela al pasar las últimas páginas. Y todo indica que será con final feliz.

Adónde sea que vamos, allá vamos!

No hay comentarios.: