jueves, 4 de octubre de 2012

El Feng Shui de las emociones

Feng Shui
De regreso estoy, con muchos planes, ideas, pensamientos. Y también una marea de sentimientos que me quitan el aliento.

Es que cuando uno tiende a pensar en mejorar su vida y la del otro y sus expectativas no concuerdan con la realidad, es una carga ardua y pesada sobre los hombros.



Porque los sentimientos, los pensamientos y las emociones están todos muy mezclados. Mixed emotions dice la canción. Y yo digo, hay que reveer todo, sacarle el polvo a lo que uno siente, a lo que uno cree y sobre todo a lo que uno se anticipa desde el pensamiento. Porque son los prejuicios y las expectativas lo que nos condenan. Cuando las circunstancias no son como las pensamos o sentimos, ay ay, no sólo entran en juego la desilusión, la frustración y la impotencia, también tendremos como invitado a nuestra mesa al malévolo prejuicio.



Por eso, una de cal y otra de arena. Reveer y pensar son las dos caras de una misma moneda.
En eso estoy, tratando suavemente de reponerme del shock.

Fueron días extraños estas pasadas vacaciones. Hubo fuego, agua y sobre todo shock. El shock es como un golpe que se asesta en la espalda o en el estómago. La bilis que se escupe sin entender por qué.

Y sí, un poco macabro, un poco descalabro.
Así estoy recuperándome de a poco, volviendo al ruedo de las palabras.
Porque hay mucho por hacer, mucho a lo que vale la pena prestarle atención.

El desarrollo personal es pura y exclusivamente de uno. No vale andar predicando y menos que menos publicando a los cuatro vientos lo que debería ser y no es.
Porque sentir es puramente personal. Nadie nos puede decir cómo tenemos que hacerlo.
Es como meditar, como hacer yoga, como todo en la vida. No importa qué tan buenos sean los consejos de los demás, lo bien que les sale a ellos, lo bien que debería hacernos. Porque cuando uno está en medio de la nada no tiene, ni puede pedirse a sí mismo ser y vivir como el otro diga.
Porque mi mundo no es tuyo. Y tus consejos y tus pensamientos no son equivalentes a los míos. Porque toda trayectoria es exclusivamente personal.

Y no vale hacer piedra libre para todos, porque en el juego del montón nos perdemos y nos desperdiciamos.

Queremos ser uno con el otro, es una idea feliz. Pero no es enteramente real. Porque el otro lleva su lucha solo, y todos estamos solos.
Y yo, desde mi cumbre pedestal apenas esbozo sonrisas para que todos se sientan felices. Pero no sirve de nada. Porque en los claroscuros está el quid de la cuestión.

Y esta vez me toca a mí, otra vez, bajarme del pedestal y mirar en derredor. Qué hay del otro lado del espejo? Qué hay del otro lado del mundo?

Buscar la paz y la armonía son síntomas de salud mental y emocional. Porque sólo cuando estemos en armonía con nosotros mismos y lo que nos rodea, hallaremos la paz interior.

Podemos decorar nuestras casas pero mejor si decoramos nuestras almas primero. Desbloquear las energías atoradas, los objetos insignificantes que nos restan armonía y fuerza. Y lo mismo con las personas.

Me cansa la constante de querer cambiar el mundo desde mi asiento frente a una laptop o smartphone. No se cambia el mundo así. Se cambia cuando uno cambia por dentro. No se cambia diciéndole a la gente lo que tendría o debería hacer. Nadie debería ni tendría que hacer ni esperar nada de nadie. Sólo vale lo propio, y no lo ajeno.
La única mirada posible es la mirada interior, el que juzga no sabe ni entiende de qué va el mundo y la vida. Porque ser uno y ser todos al mismo tiempo es un ideal poco fundamentado en la práctica.
Y se puede ir de aca para allá, salir y entrar, buscar, hablar, sentir, mirar, querer, desear, dejar atrás lo que no nos gusta ni enternece, seguir adelante con lo que nos da placer y nos da entereza.
Todo es válido mientras el objetivo se mantenga igual. Porque la paz es una palabra que se usa  mucho con la excusa de hacer guerra.

En la tradición del Feng Shui todo pasa y todo queda, la armonía se descubre cuando localizamos aquellos objetos que no nos brindan alegría y los cambiamos de lugar siguiendo unos pasos pertintentes según la tradición china ha establecido por los siglos de los siglos y amén.

Una opción será cambiar las cosas de lugar. Para empezar hay que cambiar los ojos cómo miran, o sea, cambiar la perspectiva. Porque mucho de todo lo que nos ocurre y no deseamos tiene que ver con una manera propia de entender la vida. Y la vida no sólo se entiende viviéndola, sino también, pensándola, sintiéndola, mirándola pasar.

En este vendaval de emociones que salpican los momentos que vivo, hoy veo pasar como a trasluz el firmamento, y aunque aun no llueva ni nieva, aun me preparo para lo que vendrá.
Los ojos, cansados, pero vivos. Vivos y queriendo vivir. Pausadas las palabras, escondidas en el fondo del paladar, porque a veces el silencio es una palabra que no se dice.

Todos los aspectos de la vida están interconectados. Cuánto más aprendemos sobre la marcha, más queremos saber y entender.
Hay que estar preparados, listos para desempolvar las emociones que causan malestar. Los celos, la envidia, la ambición, el deseo, la apatía, el orgullo, la vanidad, la impaciencia, etc.

Un fragmento de algo que me gustaría explayar dice así "La independencia interior significa exactamente eso: no dependemos emocionalmente de nadie. Nos volvemos dependientes de otros cuando les decimos: "y ahora me entrego a tí y, por lo tanto, mi felicidad y mi amor propio dependen de tí y de cómo me consideres. Yo te pertenezco."
Tenemos que recobrar lo que hemos entregado. No tenemos el derecho de darnos a nadie, y aunque esto podría halagar a la otra persona, sólo podrá despreciarnos por ello, pues no aceptará tal responsabilidad. Una vez que se canse de este halago, o se convenza de nuestra servidumbre, nos abandonará. La única relación correcta que podemos tener con otra persona es aquella en la que ambos, de forma independiente, seguimos el camino del bien y la verdad."*

Y sí, estamos solos. Venimos solos, morimos solos. En el interín buscamos excusas para no estar solos, ya sea con nuestras parejas, nuestros hijos, nuestros amigos y familiares.
Pero el camino es nuestro, solos. Solos ante la eternidad.
Solos, aunque a veces duela, solos tú y yo. Y todos los demás.

Por eso a veces cuando me doy cuenta de que las amistades son relaciones muy frágiles y muy valiosas para dejarlas ir, vuelvo a mí, a mis rincones conocidos y desconocidos, donde sólo yo puedo escuchar mi voz interior.

Poner las emociones a orearse al sol, como también ventilarlas y sacudirlas es necesario. Cuando estamos sumergidos en relaciones que no nos quitan ni nos dan, tenemos que soltarlas, dejarlas ir si quieren irse. Dejarlas como si las olvidáramos de repente, para que después cuando nos las reencontremos, sean verdaderamente nuestras, veraderas y puras.
Las emociones, junto con los pensamientos y los sentimientos determinan cómo serán nuestras acciones. Es por eso determinante que todos y cada uno de nosotros aceptemos nuestras debilidades y dejemos ir a los demás, en pos de sí mismos.
Esa es la verdadera amistad.

La verdad interior es la única verdad.



* Fragmento del hexagrama número 61, tercera línea de la Guía del I Ching de Carol K. Anthony. Ediciones La liebre de Marzo, 1997. ISBN 84-87403-28-X

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