martes, 1 de abril de 2014

Let the sun shine

Cuando sale el sol todo cambia de color. Incluso los estados de ánimo más sombríos se iluminan.

Así me siento yo desde ayer. Aun teniendo noticias inesperadamente desilusionantes, el estar bajo el sol un buen rato me hace sentir mejor.

Pero antes tengo que agradecer a la gente que se puso en contacto conmigo tras leer mi último post. Sé que es difícil hablar a corazón abierto cuando uno está pasando un mal momento. Qué más fácil que decirle al mundo lo feliz y alegre que uno está en vez de hablar sin tabúes cuando uno no está tan contento y se quiere llevar el mundo por delante, verdad?



Me costó escribir esas líneas, claro, pero tanto más me costó sentir lo que me estaba carcomiendo por dentro. Creo que desde el momento en que me animé a soltar lo que tenía adentro me sentí más aliviada. Me hizo bien sacarlo afuera. Y mejor aun, tras recibir la buena onda de mucha gente que me animó y me entendió. Gracias.

Ayer tenía una cita importante, una cita que esperaba hacía semanas y se suponía iba a arrojar luz sobre mi situación actual. Finalmente, esta cita fue una gran desilusión. Salí de este lugar pensando en mi mala suerte. Cómo podía ser que después de tanto tiempo aun estaba como al principio? Sin encontrar una alternativa o una clara solución para mi problema?
Salí cabizbaja, rota por dentro, sin ganas de volver a casa.

El sol brillaba fuerte y por dentro pensaba sólo que no sabía qué más tenía que hacer. Caminé un rato, entré en un negocio donde me compré un gran chocolate para aliviar mis penas y volví a casa.
Mi hija estaba feliz, disfrutando del día de sol. Todo el día afuera. Cuando yo llegué, con la cola entre las patas, ella me tironeó del brazo y me dijo 'vamos afuera' 'al speeltuin' o sea, la placita. Por donde vivimos tenemos justo frente a la puerta un parquecito con tobogán, una calesita y un subibaja. Un poco más allá hay unas colinas verdes (donde suelen ir los perros a hacer sus necesidades) donde ella después de un rato quiso ir.
Nos sentamos, y ella se tiraba colina abajo muerta de risa, el pelo brillante por el sol, su risa terminó contagiándome.

Recuerdo que en esos momentos pensé muy nítidamente en lo siguiente: que mi situación podía cambiar o no, estaba claro que no dependía enteramente de mí. Pero sí podía cambiar mi actitud frente a ella. En mí estaba el dejar que la vida me pasara o que yo pasara con ella.

Viendo a mi hija disfrutar esos momentos me dio la pauta de lo que tenía. En ese mismo momento no me hacía falta nada más. Sólo arrojarme por las colinas (con cuidado de no encontrarnos ningún desecho fecal perruno, claro..) junto con ella, juntar esas flores amarillas que tienen olor a hierbajo, que a ella le encanta agarrar para dármelas.. todo eso no tenía precio.
Y el sol.. qué lindo es el sol.

De a poco, me cambió la cara. Me sentí mejor. Pensé que en cierta forma dependía de mí el cómo tomar la situación. Incluso la situación más compleja y difícil tenía salida.
Quizás a largo plazo más que nada.
Pero a corto plazo, en este mismo momento, la vida no era un problema. No me faltaba nada.
Y eso, aunque no lo crean, me cambió la perspectiva.

Let the sun shine, let the sun shine.

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