viernes, 15 de febrero de 2013

De regreso


Las palabras más antiguas, siglo IX, Cartularios de Valpuesta













Ah las palabras! Siempre correteando felices ellas! Que ahora me he sumado al Twitter, y con tanta social media parecería ser que las palabras se multiplicaran por obra y gracia del espíritu santo.. pero no, las palabras quedan y viajan, vuelven, regresan a casa como quién regresa de un largo viaje. Cansadas, esperando en el zaguán, quitándose el polvo de la caminata, el sudor de la frente, sacándose los zapatos, haciendo rodar esa piedrita molesta que se colaba entre los dedos.



Y sí, las palabras tienen vida. Tienen alma.
Y me recuerda a un poema de Pablo Neruda que tan bien recitara el señor Pablo Garrido Bravo durante la presentación del libro Extracto MMXIII publicado por Círculo Dilecto. Aquí transcribo tan exultante poema, que hace mella en lo que aquí digo:

Las Palabras

Pablo Neruda
...Todo lo que usted quiera,
sí señor,
pero son las palabras las que cantan,
las que suben y bajan.
Me prosterno ante ellas...
Las amo,
las adhiero, las persigo,
las muerdo, las derrito...
Amo todas las palabras.
Las inesperadas...
Las que glotonamente se esperan,
se escuchan,
hasta que de pronto caen...
Vocablos amados.
Brillan como piedras de colores,
saltan como platinados peces,
son espuma, hilo,
metal, rocío...
Persigo algunas palabras...
Son tan hermosas que las quiero poner en mi poema.
Las agarro al vuelo cuando van zumbando,
y las atrapo,
las limpio, las pelo,
me preparo frente al plato,
las siento cristalinas,
ebúrneas,
vegetales, aceitosas,
como frutas, como algas,
como ágatas, como aceitunas...
Y entonces,
las revuelvo,
las agito, me las bebo,
las trituro, las libero,
las emperejilo...
Las dejo como estalactitas en mi poema,
como pedacitos de madera bruñida,
como carbón,
como restos de naufragio,
regalos de la ola.
Todo está en la palabra.
Una idea entera se cambia porque una palabra se trasladó de sitio,
o porque otra se colocó dentro de una frase que no la esperaba...
Tienen sombra,
transparencia,
peso, plumas.
Tienen todo lo que se les fue agregando de tanto rodar por el río,
de tanto trasmigrar de patria,
de tanto ser raíces...
Son antiquísimas y recientísimas.
Viven en el féretro escondido
y en la flor apenas comenzada...
Qué buen idioma el mío,
qué buena lengua heredamos de los conquistadores torvos.
Estos andaban a zancadas por las tremendas cordilleras,
por las Américas encrespadas,
buscando patatas,
tabaco negro, oro, maíz
con un apetito voraz.
Todo se lo tragaban,
con religiones,
pirámides, tribus,
idolatrías...
Pero a los conquistadores se les caían de las botas,
de las barbas, de las muertes, de los yelmos,
como piedrecitas,
las palabras luminosas que se quedaron aquí,
resplandecientes... el idioma.
Salimos perdiendo...

Y ahora que han vuelto, ellas llenas de vida, llenas de encanto, me susurran al oído, esperando que les de ese soplo mágico de aliento, para que se oreen al sol, benditas las palabras que vienen a mí y yo a ellas; encontrándonos a medio camino, son luces, son diosas, son música, son color.
Y no, no me verán perderme ni perderlas. Vuelven, vuelan, planean, vivas, y siempre, siempre listas para levantar el vuelo y echarse a volar sin más.
Las espero, tímidas las manos que dibujan sus contornos, sus matices, sus colores. Somos sol y sombra, porque juntas, ellas y yo, somos una.
Volverán, de regreso después del viaje cansado. Volverán a dejar huella, ahuecando su mundo tibio de plumas y picos, arrullando, murmurando, sembrando vida a cada paso que dan.

No, no están muertas. Están aquí, a la espera. No, no las he olvidado. Están esperando ser abiertas. Como flores, rosas, tulipanes, girasoles, esperando que llegue la primavera para volver a brillar y caminar erguidas.

De regreso. Las palabras están cerca. Las veo sonreir a lo lejos, las veo henchido el pecho, con lágrimas en los ojos, emocionadas, ellas vuelven a vertirse desde los labios hacia mis dedos.
Las espero con las manos abiertas, cantando, sonriendo. Las espero, porque ellas me esperan mientras tejo y destejo.

Son mis sueños, mis caricias al mundo, mis joyas, mi tesoro.
Son mis ojos, mis manos, mis dedos; como pájaros de brillante plumaje que sobrevuelan el mundo.

Allá van, allá vienen. Se hamacan en forma espiral como larvas esperando nacer.
Las tomo entre los dedos, las aspiro, las soplo, las deseo.
Y están ahí, esperando a ser desenvueltas como papel de regalo.
Ya regreso. Ya vuelvo. No se vayan. Quédense ahí quietitas, que ya estaré con ustedes, como si nunca me hubiera ido. Volveré y juntas seremos vida y carne, y hueso, y mundo entero.
Allá voy. Vienen?

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