martes, 19 de febrero de 2013

Pasta de emprendedora

Cree en tí, nadie más lo hará!
Estoy de regreso. Como las palabras que vienen y van.
Y después de varias semanas de mucha ausencia mediática por así decir, les cuento que ya casi tengo mi business plan acabado.
Pero, ah, no todo el mundo sabe que pienso dedicarme a trabajar por mi cuenta. O por lo menos, que voy a intentarlo.

Claro que uno tiene muchas aptitudes para muchas cosas al mismo tiempo. Una puede ser escritora, puede ser madre, puede ser voluntaria, puede ser comunicadora, puede ser cocinera, puede ser pintora, puede ser decoradora de cupcakes, bailarina y muchas otras cosas más. Y eso no quiere decir que uno sea una cosa o la otra.
Creo que lo más importante es saber qué es lo que uno quiere ser, a qué quiere uno dedicarse a tiempo completo. Pero es difícil elegir. Aunque siempre puede elegir ser todo.



Cuando terminé mi colegio secundario, allá por 1992, la elección era clara, según mi familia, el destino era la universidad privada.
Pero yo era una joven muy insegura, que flirteaba con el mundo y como digo, tenía diferentes aptitudes.
Me costaba mucho poder etiquetarme en una determinada categoría. Sí, escribía poesía y obras de teatro, y cuentos de terror, y soñaba despierta cada noche, pensando en cosas maravillosas, pero sobre todo que me arrancaran de mi realidad.
Y, contrariamente a lo que mi familia esperaba, decidí no decidirme por nada. Decidí tomarme un año sabático, para ganar tiempo y pensar mejor qué era lo que quería hacer a futuro.
Porque no es nada simple pensar qué quiere ser uno en el futuro, cuando tiene 18 años y la vida que ha llevado hasta el momento dista mucho de lo que uno quisiera vivir en realidad si eligiera realmente por uno mismo.
Mi familia se opuso, claro está, a esta decisión de no querer estudiar. Todo tipo de argumentos que tiraban por tierra mi idea de hacer las cosas tranquilamente y pensándolo mejor.
No tuve otra opción que buscar trabajo, com mi escasa experiencia, y seguir pensando que quizás al año próximo sí empezaría a estudiar.
Y no malinterpreten, en ningún momento pensé que no estudiar era mi futuro. Al contrario, yo tenía muy claro que la universidad era mi destino por naturaleza. Pero teniendo tantas aptitudes y tantas posibles elecciones, no cabía en mi cabeza dedicarme a buscar un solo destino.
Finalmente, para hacer corta una historia larga, no llegué a cursar más de 2 años de universidad, cambiando de carrera, pasando de Ciencias de la Comunicación a la carrera de Letras. Y terminando abandonando la última y dándolo todo por perdido.
Ni que hablar que después de cumplir los 18 decidí abandonar la casa familiar para ir a vivir con mis abuelos.
Hubo muchas idas y vueltas. Regresaba a la universidad, la volvía a dejar, por razones personales, que ya no vienen al caso.
Con el tiempo, me dí cuenta que me quedaba un vacío. Tanto había añorado tener la oportunidad de estudiar una carrera que definiera mi vida, y finalmente no hice nada de todo eso.
Cuando tuve la posibilidad de hacerlo, no lo hice. Y cuando quise volver con la cola entre las patas a la casa familiar, y pedir ayuda, se me cerró la puerta en la cara.

Quizás era mi destino terminar viviendo a miles de kilómetros fuera de casa, criar dos guapísimos niños y seguir buscando mi destino más allá de lo establecido socialmente.

Si bien, siento dentro de mí ese vacío que me carcome las entrañas, sé que hoy por hoy soy escritora, simplemente porque escribo y porque no sabría qué otra cosa hacer.
Y soy comunicadora porque me comunico, porque busco, encuentro, aprendo, pregunto, y sigo sigo, adelante.

Hoy por hoy, estoy en el paro, apenas llegamos a fín de mes, mi historia familiar es variable, unos días up, otros días down. Pero a pesar de todas las dudas, he decidido apostar por mí misma, creer en mí más allá de lo que los demás crean o esperen de mí.
Claro, siempre puedo buscar trabajo en un call center, o de vendedora en una tienda, pero nada de eso dice sobre mí, qué persona soy, qué cosas maravillosas puedo darle al mundo.

Y así, como ya fuera de pequeña, vendiendo caracoles sobre una caja de cartón en la puerta de la casa de veraneo de Villa Gesell, donde íbamos cada verano con mis abuelos, siempre tuve pasta de emprendedora.
Quizás necesité de toda mi evolución, todos mis fallos, todas mis elecciones para re descubrir que siempre había sido una persona con ganas de apostar por algo propio.

Y hoy, o ayer mejor dicho, termié de escribir mi plan de emprendimiento, ya que al tener seguro de desempleo, decidí aprovechar la oportunidad y creer en mí.
Y debo decir la verdad, que mucha gente (la mayoría) de los que me rodean no apostaron ni un centavo por mis ideas. Quizás producto de mi propia inseguridad, quizás también porque ninguno de ellos entendió cuáles eran mis necesidades. Cuando fui y pedí ayuda, humildemente porque no sabría cómo hacerlo de otra manera a pesar de que muchos me vean como arrogante; sentí en muchas ocasiones que el que estaba del otro lado no entendía mi necesidad. Cuando lo que solo esperaba era un consejo, una idea, una forma de encarar mi plan, más allá de si es solvente o no.

Y entonces, ayer cuando terminé el plan, y encontré el nombre para 'mi empresa' casi mágicamente, después de quemarme las pestañas y el cerebro echando humo de tanto pensar; entre los nervios que tenía y la ansiedad de querer sí, convencerme más que nada que más allá de todo y todos, yo también me merezco esta oportunidad.
Entonces, envié mi plan, confiando en las personas que sabía podían ayudarme a crecer, a darme una visión neutral y comprensiva; sentí un poco de nervios, ya que de esta idea, apreciada idea, depende mucho mi futuro.
Y una idea es como un hijo, le damos alas para que vuele, para que sea libre. Pero sobre todo le damos vida, le damos - y nos damos -  la certeza de que es posible hacer lo imposible.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Pues adelante, a por ello. Puede costarte mucho, poco o más que mucho, pero habrás luchado por ello. Lo importante es el camino que uno decide tomar; ya se verá a dónde lleva.
Un beso muy fuerte y mucho ánimo,
Margarita

Unknown dijo...

Magg, muchas gracias!!! Y sí, es un camino que hay recorrer, con orgullo, la mirada siempre hacia adelante! Gracias por tu apoyo!!!