
En los últimos meses, tras el nacimiento de mi hija, he estado bajo mucha (de)presión. Hubo visitas familiares importantes, sobre todo mi madre que nunca había querido venir a Holanda.
Cuando me preguntaban el por qué, era muy difícil dar una explicación lógica.
Todos tenemos nuestras razones y prejuicios. Quizás tanto mi madre como yo insistíamos demasiado con nuestra forma de ver las cosas. Yo quería por todos los medios que viniera, y ella no.
Cuando nació mi hija, se abrió una luz en el horizonte, la razón de peso (conocer a su nieta) era prioridad.
Por fín vino mamá a Holanda. Sólo dos semanas, que al final terminaron siendo 13 días en mi casa.
De más está decir que todos los prejuicios (los horarios, la falta de intimidad, los rituales, etc) desaparecieron.
No sólo pasamos unos días fantásticos juntas, sino que nos soprendió a todos con su rápida adaptación y compañía.
Después, esos 13 días resultaron dos semanas muy cortas. Y cuando por fín tuvo que regresar a Argentina, algo en mi corazón se rompió.