lunes, 10 de octubre de 2011

Aprendiz de bruja

Fantasia Disney®
Podría decir que la brujería siempre ha estado presente en mi vida. Sin buscarla, sin siquiera quererla. Pero ha estado ahí, como una herencia que no se puede modificar.
De todas formas, no me refiero a la brujería como hechizos y pócimas. Pero sí a la lectura del pensamiento, adivinar buenaventuras, el misticismo y lo esotérico y, por sobre todas las cosas, el saber que uno no pertenece al mundo 'normal'.
Para definiciones, la normalidad es lo que es corriente, o lo que una sociedad elige como natural y cotidiano. Común a la mayoría.
En mi caso, como aprendiz de bruja que soy, esta llamada normalidad no se reflejó nunca en mi vida.


Quizás porque mi abuela tenía una especialización mágica, un don, un talento. Quizás porque siempre hubo una tendencia familiar a consultar brujildas y manosantas.
O quizás sea algo predestinado. Algo que uno lleva adentro y no sabe bien qué es.
No por nada siempre me interesó lo oculto y lo diferente.
Como buena chica dark deambulé por los oscuros callejones de lo gótico y lo oscuro, desde música hasta literatura. Incluyendo visitas a cementerios y noches salvajes bebiendo alcohol y aullando a la luna..

Cuando era chica (una joven niña con alma de bruja), pasaba largas estadías en casa de mis abuelos. Vivían ellos en una casa grande de Palermo, una de las pocas casas que aun sobrevivieron en la cuadra. Aunque esa casa ya no está hoy en día. La vendieron hace muchos años para luego mudarse a un departamento en Belgrano. Y los nuevos dueños la reformaron, pero con tanta mala suerte que les robaron varias veces hasta terminar cediendo, vendieron la casa y poco después fue tirada abajo para construir un nuevo edificio de departamentos.
Hoy sólo nos quedan a mí y a mis familiares los recuerdos de esa casa, 'la casa de los abuelos' o simplemente 'Aráoz'.

En esa casa crecí, viví y experimenté muchos de estos influjos mágicos.
Mi abuela, una mujer sabia y honesta, no era la típica abuelita de cuento.
No cocinaba, no limpiaba, no cosía y menos que menos tejía.
Pero sí era la persona con la que yo mejor me llevaba. Con la que solía ir a tomar el té a la vieja confitería del Molino. O al cine, con ella fuimos a ver 'El último emperador' en un viejo cine en Recoleta del que ya no recuerdo el nombre.

Es extraño, pero todos estos lugares que nombro ya no existen. Pasó el tiempo y ellos pasaron con él. Cosas de la vida, dirán muchos.
Mi abuela sigue, ya no en pie, porque está muy viejita. Cumplió 96 años el pasado 26 de septiembre. Sigue viviendo en el departamento de Belgrano.
Ya no sé si se comunica con los ángeles o con su fallecido padre (mi bisabuelo Rafael), ya no trae al cura de la iglesia a limpiar la casa con su incienso, ya no reza ni hace 'limpiezas' del alma, no sé siquiera si sigue viendo fantasmas..
Ya está muy avejentada. Apenas puede levantarse de la cama, con ayuda de una enfermera.
La última vez que la ví fue cuando estuve en Buenos Aires en el 2008. Ya no era la abuela brujita que sabía de todo y de todos. La que tenía la pirámide de metal armada en un cuarto donde se sentaba a meditar o dejaba jarras de agua para 'energetizar'. La que siempre estaba rodeada de seres especiales, la que te adivinaba el futuro comunicándose con su padre mientras la mano sola escribía. La que me enseñó sobre metafísica y el poder del amor y la magia.

La verdad que fue doloroso volver a verla ese año. Antes, la llamaba por teléfono y podíamos quedarnos horas charlando de bueyes perdidos. Ya no más. Ahora apenas atiende el teléfono, se olvida de todo y repite todo todo el tiempo.

Una vez me dijo: "cuando yo me muera, te voy a ir a visitar. Pero vos no tengas miedo, porque aunque sea un fantasma, yo sabré encontrarte".
Yo nunca tuve miedo. Siempre ansié poder ver fantasmas. Poder ser especial como ella. Tener un don, un talento para poder ayudar a otra gente. Porque aquella gente que tiene un don no puede elegir a quién ayudar, sólo ayuda al que tiene que ayudar.. y a veces ni siquiera puede ayudarse a sí mismo.
Entre todas las cosas que me dijo hubo una que siempre repitió: "vos tenés que escribir, porque vas a triunfar, vas a ser una gran escritora".

Por supuesto esto yo nunca lo creí del todo. Porque pensaba cómo íba a ser posible que algún día pudiera salir eso que yo llebava adentro.
La verdad es que siempre fue mi sueño ser escritora. Pero quizás por esas cosas del destino, cuando querés algo mucho y no confiás 100% en lo que sos, ese destino se te hace esquivo.
A mí me amargaba tener que escuchar siempre lo mismo. Más que nada porque durante muchos años tuve un bloqueo mental que no me permitió salir de mi enredo emocional. Y siempre pensé que el día que empezara a escribir nuevamente, sería un día mágico.

La vida y el tiempo me han llevado a darme cuenta que eso de la magia tiene que ver mucho con lo que uno deja que suceda. Mientras estemos cerrados a lo desconocido, es probable que no ocurra nada.
Pero, en cambio, cuando estamos abiertos y bajamos la guardia, la vida nos depara con fantásticas e inesperadas sorpresas..
Y después, ya no se trata de buscar ser algo o alguien, sino ser fiel a uno mismo y agarrar el toro por las astas: hacer lo que uno ama, hacer lo que uno tiene que hacer.

También quiero referir algo más.. durante muchos años fui asidua lectora del escritor argentino Rodrigo Fresán (al que conocí personalmente en un programa cultural de cable que se llamaba El fantasma, donde escritores y lectores se reunían bajo la atenta mirada de la escritora y presentadora Silvia Hoppenhayn). Uno de sus primeros libros fue como una biblia reveladora para mí. Estoy hablando de Vidas de santos. Aunque el cuento que se llevaría las palmas sería sin lugar a dudas: El aprendiz de brujo, un relato casi mágico sobre la personal visión del autor sobre la película de Disney Fantasia. El título de esta entrada tiene que ver con ese cuento que apareció en su bestseller (e ícono de las jóvenes letras argentinas) Historia Argentina.. libro que aun conservo y ha viajado en estos últimos 11 años hasta llegar a mí otra vez.

Este blog empieza así, porque hoy salió a la luz otro blog que me inspiró.
Gracias a Love what you create. Somos uno y parte de todo.
Somos energía y transmitimos lo que somos y el mundo que creamos y habitamos.

Hoy, definitivamente, es ese día mágico que tanto estaba esperando.


4 comentarios:

valeria dijo...

I love what you create! Vaya inspiración! Qué placer leerte Georgina. Estás en estado de flujo, diria Daniel Goleman :) Leyéndote se me vienieron muchas cosas a la cabeza.Es para una charla de brujas. Qué relación tan especial con tu abuela, que lindo. Gracias a vos por amar y crear!

Georgina dijo...

Gracias! es todo un ida y vuelta! Nos seguimos leyendo!!

Yanina dijo...

pase de una entrada a otra, de un blog al otro...y me desvele leyendo lo que las dos escribieron, pero gracias por compartir esas emociones :)

Georgina dijo...

Gracias Yanina por tu comentario.. quiere decir que logramos el objetivo: aun las personas desveladas por el sueño encuentran el solaz en las palabras de otro que no conocen. :)