jueves, 22 de noviembre de 2012

Des en vol tu ras

Desenvolverse en la vida es un arte. Arte y parte.
A veces me pregunto cómo se ve desde afuera, porque el cristal con que yo miro no siempre refleja lo verdadero.
Y qué es lo verdadero?

Me envuelvo y desenvuelvo. Y a veces espero comprensión, y no la obtengo.
Espero arte, espero vida, espero entendimiento. Pero la realidad es que el mundo que está afuera del otro lado del espejo no está esperando lo mismo que yo.

Entre estas cavilaciones mentales, buceo, miro, sueño, pero por sobre todas las cosas, ya no espero. Porque esperar es desesperar, esperar que el otro nos entienda o comprenda es una ilusión.



Así que hoy ya no espero nada. Hoy me siento al borde del abismo a configurar el tablero de mis emociones, a tocar todos los botones de alerta y soltar una carcajada que rompa la noche y haga eco y muera.

Todo es ir y venir, volver y sentir. No estamos solos, pero tampoco estamos juntos el uno al otro.

Y después dicen qué arrogante porque digo la verdad sin prúritos. Y está bien, porque lo que yo veo no se ve y lo que los otros ven yo no lo veo.
Y si es arrogante, quizás hasta tengan razón.
Me arrogo el derecho de ver a mi manera.

Me desenvuelvo en mi propia larva, soy mariposa a punto de explotar. Me desenvuelvo en mis palabras, que sí, se van, chocan entre las estrellas, y no vuelven más.

Feliz de mí que sólo veo lo que puedo ver y no la desazón de no entender lo que no entiendo.

Estamos hechos de migajas, de mundo y sangre. Explotamos en el océano, morimos vagabundos y maltrechos.

Pero, ay, qué bueno, cuándo alguien nos mira de soslayo y cree ver lo que no hay. Porque entonces se abre un nuevo capítulo de una historia que no existe.

Todo es ilusión, incluso estas palabras.

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