miércoles, 14 de mayo de 2014

Visión del mundo interior

Mundo interno y externo
Es increíble lo necesario que me resulta volver a escribir. Hace un mes del accidente en la bici, ayer por primera vez desde ese hecho volví a pedalear y sentí las piernas bastante entumecidas.. si bien intento ir a caminar seguido no es lo mismo volver a  andar en bici.
Con escribir me pasa algo similar. En todo este tiempo que no me dediqué de lleno a la escritura sentí que me faltaba algo vital.
No sólo llenar los días se hacía a veces insuperable, también sentía una gran necesidad de volcar en el papel-pantalla todo ese desorden de ideas que andaban sueltas aflorando en mi cabeza.

Desde la cabeza hasta los pies.



Mientras me permití sentirme amada y abrir mi corazón a otras personas, mi mente seguía navegando en derredor. Quería soltar las amarras de mis pensamientos, dejarlos volar, liberarlos de esta cárcel obligada, aun a riesgo de sentir dolor o sanar de manera más lenta.

Hoy por hoy no puedo decir que esté mucho mejor. Pero me siento mejor por dentro.
Todo sirve e incluso el retiro voluntario puede ser más útil que necesario.

Ayer tomé una decisión. Me paso el tiempo tomando decisiones. Internas, claro, porque no todas esas decisiones necesitan ser consultadas con alguien.

No sé si es que tiene que ver con algo así como una crisis de la edad (cumplo los famosos 40 en agosto) o simplemente el momento presente, lo que me toca de cerca, la situación de vida y la elipse del tiempo que parece estirarse hasta límites insospechables. No lo sé. Tampoco lo entiendo. Y quizás por esa razón es que mis pensamientos afloran ininterrumpidamente.

Eso fue ayer. Decidí sin más que dejaría de hacer muchas de las cosas que venía haciendo. Me llama la atención que ésto es una constante en mi vida, el tomar decisiones, el decidir de repente una cosa u otra, el hacer pactos conmigo misma.
Para qué? Para sentir que controlo mi vida. Que soy el máster y no la marioneta.

Hoy me desperté de otra manera. Por empezar, me cuesta levantarme a la mañana (suelo acostarme tarde). A diferencia de los días anteriores, ayer me fui a dormir antes de las 23 hs, cosa muy rara. Por lo que fui la primera en levantarme esta mañana, ambos hijos seguían en sus respectivas camas.
Me levanté de buen humor, cosa rara también.

Después de un día bastante parecido a todos los demás, en algún momento tuve una sensación de luminosidad, fue fugaz, una sensación más que un pensamiento. Pasó raudo y así como vino, se fue.
En esa sensación, por un mínimo instante lo comprendí todo. No todo todo, pero sí mucho. O, por lo menos, casi todo lo referente a mí misma y mi búsqueda de identidad.

Y si después de todo no hay nada que salir a buscar? Y si, después de todo, no hay nada que entender? Y si, después de todo, no importa lo que yo pueda pensar o creer de todo aquello que ya viví?
Me remonto siempre a determinada época de mi vida.

Después de los 20 fueron unos cuantos años tormentosos. A todo nivel. El mundo, al menos mi mundo, estaba patas para arriba. Y era joven, naïf pero muy muy rebelde.

No ha cambiado mucho la Georgina de esa época que la que hoy escribe.  No he dejado de ser naïf, y aunque no me sienta joven sí lo soy. Y sigo siendo muy muy rebelde.

Lo que me llamó la atención, creo, es el hecho de que durante todos estos años sólo he tenido ojos para mirar el pasado.
Para echarme en cara lo que hice bien y lo que hice mal. Para entender, reflexionar, analizar.. todo y cada detalle de aquellos aspectos menos favorables (por no decir lisa y llanamente negativos) que marcaron mi personalidad y mi vida y me convirtieron en lo que hoy soy.

Y qué soy? Soy una mujer dependiente de un hombre, cuando todo lo que quería era ser independiente.
Soy madre de dos niños maravillosos, cuando nunca estuvo en mis planes armar una familia.
Soy escritora, cuando siempre quise serlo pero jamás me atreví a darme a conocer por lo que podía. Siempre dudé de mi talento.

Entonces.. entre ser y no ser, entre querer y tener.. hay mucho, mucho.. pero.. vale la pena?

Vale la pena el esfuerzo de sentirse constantemente tironeado de un lado u otro? Qué hacemos después del análisis? Cambiamos algo para mejor? O para peor?
Y qué si aun así cambiemos algo no dejamos de ser quienes somos?

En esa ráfaga del instante tuve una revelación. Y fue que, somos los que hacemos en el momento que lo hacemos. Los momentos que ya pasaron nos marcan, claro, pero no nos definen. Porque todo el tiempo estamos queriendo sentirnos definidos, cada paso, cada movimiento, cada decisión marca un hito, pero no define.
Porque para definir hay que ser. Hay que vivir. Hay que sentir.

Y qué si todo lo que yo misma he creado es pura ilusión? Qué hago ahora con todo eso? Dónde lo meto?

Y qué si mientras escribo todo ésto, mi mente sólo quiere llevarme a un solo lugar y es un lugar concreto, sin abstracciones. Un lugar donde quisiera estar ahora, aunque no pueda físicamente.

Y qué si la vida no es sólo el momento vivido, el recuerdo, la memoria, la fotografía del instante capturado en unas décimas de segundos.. y qué si esos momentos una vez que se van, no sólo no vuelven, sino que nos dejan tan vacíos como estábamos?

En la microdécima de segundo que sentí todo esto estaba yo sentada afuera en el jardín, al sol. Quizás fue ese sol, quizás fue la sensación de no pertenecer y al mismo tiempo ser parte de algo más grande. No sé qué es lo que fue.

Lo que sí sé, lo siento muy latente, es que no importa si a los 25 años tuve una de las mayores crisis existenciales. No importa si eso cambió mi vida y mi forma de ver el mundo.
No importa si todas las decisiones que tomé, y por las cuales me he equivocado una y mil veces, sirvieron para algo.O no sirvieron para nada.

Hay que ser. Dejar ser. Vivir. Dejar vivir. Y lo que digo es muy personal, porque parte desde mi propia experiencia; sé que habrá otros que tienen la necesidad de usar tácticas y estrategias en su diario vivir. Y está bien. No hay verdades absolutas.
Sólo hay vida esperando ser vivida. No mucho más que eso.

Hoy, después de todo, me atrevo a encarar el presente por lo que es. Nada más y nada menos.

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